Un cantante con posturas muy férreas y contundentes, pero extremadamente talentoso. Así es Vicente Fernández, el cantante mexicano considerado el rey de las rancheras, quien arriba a sus 80 años de vida.

Chente —como le llaman los mexicanos— ha mantenido viva esta herencia musical en más de 50 años de una carrera cargada de éxitos y no exenta de polémicas.

Fernández nació en Huentitán El Alto, localizado en el Estado de Jalisco (oeste de México), famoso por la música de mariachis y la producción de tequila.

Desde los ocho años, cuando recibió de regalo una guitarra, aquel chico soñaba con convertirse en intérprete de un género que ha dado nombres como los de Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, Javier Solís y Jorge Negrete, la mayoría muertos jóvenes y en la cumbre de sus carreras. De adolescente siguió el sueño cantando en eventos familiares y en restaurantes, con una voz que apabullaba, un canto hondo que en las próximas décadas se convertiría en acompañante de todo jolgorio, fiesta de pueblo, desfile de caballos, encierros taurinos o velada de despecho de México y más allá de sus fronteras.

En Centroamérica, por ejemplo, Fernández es idolatrado, visto como el mayor exponente de la cultura ranchera, asociada a las haciendas ganaderas, dominada por hombres fuertes, vestidos de sombreros de ala ancha, vaqueros ajustados y botas puntiagudas y que a la vez aman los palenques, con esas peleas de gallo también cantadas por Fernández. Pura testosterona.

En España las autoridades iniciaron en 2013 una investigación sobre blanqueo de dinero del narcotráfico colombiano a través de distintos eventos: determinaron que los narcos colombianos pudieron blanquear hasta cinco millones de euros en la gira de despedida del charro mexicano, aunque no se determinó la implicación de Fernández en este caso.

Él también ha hecho comentarios polémicos, como cuando en su concierto de despedida en México en 2016, ante más de 100.000 personas, dijo lo siguiente en caso de encontrarse un día cara a cara con Donald Trump: “Le voy a escupir la cara y le voy a mentar la madre”. Fernández ya en 2016 había publicado un corrido con el que mostraba su apoyo a la entonces candidata demócrata Hillary Clinton.

“Señora Clinton, estoy aquí para pedirle que cuando llegue a la presidencia no se olvide de todos mis hermanos mexicanos y latinoamericanos”. Tampoco escondía, para decepción de muchos de sus seguidores en Venezuela, su admiración por el fallecido Hugo Chávez, a quien visitó en Miraflores en 2012 y con quien cantó Lástima que seas ajena, uno de sus grandes éxitos.

El año pasado protagonizó su más reciente polémica, al afirmar que rechazaba recibir un trasplante de hígado por si el donante era “homosexual o drogadicto”.

Aunque en México Vicente Fernández es un artista idolatrado, también cuenta con sus detractores. Gustavo Alvite, locutor y promotor musical, muestra su repudio al hombre con el que, dice, trabajó durante 40 años. Al ser consultado por este diario, Alvite respondió: “no tengo el menor interés de hablar de esa persona. Ya le hice el caldo gordo hablando mejor que bien y trabajando para él más de 40 años, para que ahora se revele como el ser ingrato y egoísta que siempre fue. He decidido ya no ser el apologista de quien no lo merece”.

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